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domingo, 6 de febrero de 2011

Me estoy riendo de mi mismo, no sé si podré teclear; me pongo en la piel del toro, salgo, por la puerta por la que entro, cagando leches por que hay unos tipos que me están atosigando; y entro, tú crees que sales, cabreado, que como pille a un tipo de estos lo parto en dos; que ahí hay una cosa de esas que se mueve, que se cruza en mi camino, como le meta un cuerno se va ha enterar. Y aquello sale volando, tú te quedas como el que da una cornada al aire, esto parece sospechoso; te revuelves, porque eres un toro y lo llevas en la sangre... eh, quiero irme de aquí, esto es un encierro, que hacen todos esos tipos mirándome. Porque claro aunque también tienes ojos aún no adivinas el futuro; pletórico de fuerzas pateas la arena, resoplas como una máquina de vapor; ah, conque esas tenemos, así que lo intentas de nuevo y embistes; a la derecha por aquí, oole; a la izquierda por allá, olé...

Te dices bueno ya está bien, vale, por donde se sale; aún así le entras, mas que nada por su insistencia; ala, verónicas y chicuelinas; de donde salen esas cosas, te acercas al burladero, se escabullen, pegas una cornada, mecagoenlá me voy a rromper los cuernos. Y pierdes la confianza, que tus enemigos parecen ser etéreos, se deslizan por las puntas de tus astas, acarician tus cuartos traseros; ¿serán sarasas? intentas pasar de ellos, mantenerlos a raya, pero son como moscas y ya te pierdes en el mosqueo. No te acerques demasiado cabrón que ya estoy hasta el morrillo, mas que puedes hacer si te provocan si no aceptar el envite; sales de un lance para entrar en otro y de pronto, aquella cosa grande; te lo piensas, pero aquello parece tener cuerpo, arremetes con valentía y por un momento sientes que puedes derribarlo y hacerle morder el polvo; pero cuanto más empujas más sientes la presión en el cogote y la sangre y la fuerza que disminuye; te retiras con la cabeza gacha y otra vez lo mismo; pero ahora son banderillas, te adornarán con tres pares, que son como arpones para desgarrar tu carne.


A. C.




A. C.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Sabes, tú lo sabes bien porque me conoces, que para mi escribir es un tormento, que mi felicidad en estos momentos sería, por ejemplo, ahora que tengo la vegiga llena... perdón, un momento... mearme en todos los políticos corruptos y decirles, con esa cara de satisfacción que se le pone a uno cuando se descarga, ¡señorías parece que está lloviendo! Mas, como puse continuará, maldita sea la hora, y como un hombre debe cumplir sus promesas, pues nada aquí estoy sufriendo y con actitud varonil aporreando el teclado.

Antes de proseguir quiero decir NO A LA VIOLENCIA NO A LA VIOLENCIA estúpido sería ignorar a quien le beneficia. Como prueba de buena voluntad y para invitarte a la reflexión, te mando esto:

http://auroralzone.blogspot.com/2011/01/revolucion-en-islandia-los-hechos.html

Y esto:

http://mpra.ub.uni-muenchen.de/446/1/MPRA_paper_446.pdf


Bien, creo que con esto, por ahora, tendrás suficiente...

Ja, ja... te toca



A. Cánovas

sábado, 29 de enero de 2011

Amigo Ramón:

Hablábamos, en cierta ocasión, Rubén y yo, de los individuos que se enorgullecen de méritos que no les corresponden, como el escritor cuya obra se la debe a un negro, el investigador que roba un descubrimiento o el político que viste su crédito y su prestigio con trajes regalados ¨pero caros faltaría más¨.* -¡Claro,- exclamé cuando la conversación parecía haber tocado fin -mientras los demás no lo sepan!- a lo cual, él, sorprendido por mi ocurrencia, sin dudarlo, me contestó -aunque nadie se enterase, lo sabrías tú-

Y, digo yo, no será el orgullo eso, ser merecedor de tus méritos, descubridor de tus descubrimientos, garante de tu crédito; saber que el engañador es el primer engañado, pues para (sobre)vivir en la farsa, ahora convertida en realidad, debe instalarse inevitablemente en ella y subvertir el orden natural de las cosas. Así, pervertido el lenguaje, la trampa que no te permite concebir, ni construir, ni crear, ninguna felicidad, pues la felicidad es para los imbéciles y la consciencia para los cobardes y el amor para los débiles, el orgullo se convierte en fanfarronería, el Cínico se convierte en cínico y Diógenes en un síndrome. Debe ser eso, no dejarse engañar por las falsas apriencias, ni dejarse seducir por la sociedad del espectáculo.

Para espectáculo el que montaron para toda España los psoes: ¡oh, el rey como celebra nuestro gol!, ¡oh, la reina vestida de rojo!, ¡oh el principe, oh la princesa!. Ni el pp se hubiése atrevido a tamaña hipocresía, es decir, en su caso, que promocionaran la república (o la misma monarquía, da igual). Sin olvidar la anécdota del español vestido de torero lleno de orgullo patrío mientras el gobierno le da su dinero a los bancos y en el congreso recortan sus derechos... ¡Uffff... que esperpento! Como nos humillan, como nos faltan al respeto. ¡Dónde coño está el orgullo! Posiblemente esté equivocado, siempre estoy dispuesto a rectificar mis errores, pero me parece que en el espectáculo de la corrida el español, o la misma españa, es el toro. Esa España que esperan que entre con bravura al trapo rojo, sufra en sus carnes todas las suertes y cuando el diestro baje el capote, agache la cabeza y embista con valentía para recibir la última suerte; suerte tendrá, y una muerte gloriosa, si la espada corta la aorta de un certero estoque, si no tendrán que sacarla de su sufrimiento y su confusión con un indigno y antiestético descabello. Y sí, siento tristeza, yo también he sido engañado como un tonto de pueblo, también para despertar he recibido algún que otro golpe, también tengo lo que merezco; mas para recibir lo que no, me mantendré firme y orgulloso, aunque sea la tontería lo único que acompañe a mi orgullo.

Continuará...

A. Cánovas