Buscar este blog

sábado, 9 de enero de 2010

EL PARO O EL NUEVO SIGLO DE ORO

EL PARO O EL NUEVO SIGLO DE ORO ESPAÑOL


EL PARO O EL NUEVO SIGLO DE ORO ESPAÑOL

En un país mediterráneo, de cuyo nombre no quiero acordarme, hubo un tiempo en que la condición de “parado” se convirtió en una manera (de las múltiples que habían) de conseguir un sobresueldo, dado que se percibía una prestación o subsidio del Estado como “desempleado”, mientras se laboraba simultáneamente para percibir otros ingresos por ello.
“Me estoy construyendo un chalé con lo del paro”. “Yo he cambiado de coche”. Estas eran frases comunes que se oían a diario en aquellos tiempos.
Debieron pensar los plebeyos que ellos también tenían derecho al mencionado sobresueldo; que éste no tenía por que ser exclusivo de los altos cargos ministeriales (léase ministros, directores generales y demás gentes de malvivir) ó de las amistades y familiares de los políticos en el poder.
Y ocurrió, que con tanto sobresueldo para altos cargos y “desempleados-empleados”, el papa-Estado (más concretamente, la mamá-Hacienda –porque el dinero siempre lo maneja el género femenino, aunque se piense lo contrario-) se fue viendo en apuros para hacer frente a ciertas retribuciones. Había que recortar gastos. Como en aquellos tiempos el Estado era gobernado por un partido que se autocalificaba de obrero y socialista, fue grandemente comprensible, lógico y coherente que se recortasen los gastos en el capítulo social, principalmente (uno se pregunta con cierta perplejidad que, existiendo aquellos socialistas de antaño, para qué considerar necesaria la existencia de los llamados conservadores ó derecha). Ello condujo, allá por el año de Nuestro Señor de mil novecientos noventa y dos, al famoso “decretazo” (importante medida económica que figura ya en los “anales” de la Historia. No como hecho memorable –digno de ser recordado-, sino en la acepción fisiológica del término. Por decoro, me permito no ser más explícito). El susodicho decretazo fue la causa de que mucho parado auténtico – no “desempleado-empleado-sobrepagado” – viese aun más limitados sus ya pobres y precarios recursos (eso sí, se dijo:” Menos mal que son socialistas, de lo contrario, de tratarse de la derecha, igual nos mandan al paredón o nos gasean”). Con lo cual, había semanas en que, no disponiendo de medios, tenían que conformarse con alimentar el espíritu, porque para alimentar el cuerpo no había. Así que se decían: “Como hoy no puedo comer, alimentaré mi alma escuchando a Bach y Bartok, y leyendo a Hermann Hesse y Baruch Spinoza”. O sea, que, en realidad, el plebeyo de aquellos tiempos debe muchísimo a aquel Gobierno socialista que incentivó su formación cultural y espiritual. Pero el populacho siempre ha sido desagradecido y, en consecuencia, no supieron agradecer a los dirigentes de la época su incipiente carrera como compositores, novelistas, filósofos, etc.
Con ello se estableció un nuevo catálogo profesional: Parado, novel filósofo. Parado, novel poeta. Y, así, un largo etcétera que hizo florecer la cultura de la Madre Patria en aquella época, cómo desde hacía tiempo no se había visto: “un nuevo Siglo de Oro”, dijeron algunos.
Por esta razón, los parados de aquel tiempo se convirtieron en una especie de Ignatius Reilly: no daban palo al agua, pero se encontraban llenos de inquietudes culturales, espirituales, sociales, y de toda índole. Sólo había una pequeña diferencia: ellos eran parados forzosos, obligados por las circunstancias, mientras que el señor Reilly era/fue/es un parado vocacional. Ahí radicaba la leve divergencia.
Al igual que el mencionado sujeto en su mundo de papel, los parados forzosos del nuevo Siglo de Oro, empezaron a sentirse manipulados (cual marionetas, que diría aquí un poeta cursi) por el sistema; lo que llevó a que desarrollaran una cierta –muy cierta- aversión por el mencionado sistema, en general, y por los gobiernos, en particular. Se sabían carne de voto. Se sabían utilizados por los directores de la orquesta del mundo, con la amenaza de conducirlos a la inanición si no se mostraban dóciles y maleables con los mandatos de los grandes “maleficientes” y dueños de sus destinos. Y como en su inmensa mayoría estaban educados dentro de un ambiente medio burgués, prefirieron la dulce seguridad de la vida burguesa, con su bienestar, comodidad y pequeños vicios, a la INDEPENDENCIA, LIBERTAD, PLACER e INTENSIDAD DE VIDA. Eligieron tener dinero en el banco –poco, pero dinero-, vivir en concordancia con las instituciones establecidas (policía, hacienda, etc.), y todas esas formas de conducta propias del que lleva una vida burguesa, es decir, buscando la armonía entre los extremos espiritual y libertino (entre lo divino y lo instintivo). Prefirieron ese término medio confortable que no busca el sacrificio, sino la conservación. Dicho de otro modo: pretendieron la divinidad, pero pasándolo bien en este mundo. Estimaban en mucho su yo, pero su yo era ridículamente rudimentario.
Con ello se privaron a sí mismos de una vida llena de intensidad, de una vida enfocada hacia lo incondicional y extremo, de una vida plena –sin más.
CODA FINALE: Lo lógico hubiera sido que los avances tecnológicos y científicos hubiesen conducido a una sociedad del ocio, donde el “óvulo-espermatozoide-desarrollado” hubiera podido disfrutar de más tiempo libre para dedicarlo a su formación integral, a su formación humana, como persona (sin las mermas que la condición de parado supone). Sin embargo, por razones de intereses económicos (mucho don es Don Dinero, ¿verdad, Don Paco?) se les condujo a la sociedad del paro. En síntesis: LO QUE DEBIÓ SER UNA SOCIEDAD DEL OCIO, SE CONVIRTIÓ EN UNA SOCIEDAD DE PARADOS. Eso, sí, de parados ilustrados; pues para combatir el hastío, muchos emprendieron empresas de otro modo inimaginables. Así, era fácil y frecuente encontrar a parados que realizaban los estudios y actividades más peregrinas imaginables: “Estudio comparado de las religiones musulmana y budista desde el Medioevo hasta nuestros días”. “La vida sexual de las tortugas marinas del Caribe” ó “La cría y cultivo del champiñón en las zonas húmedas de Albacete”, “Los escollos que conlleva el traslado del lenguaje de la filosofía metafísica al habla coloquial”.
Surgieron verdaderos genios, al paro gracias.
Y aquí concluyo esta redacción-cuento (sin nada de cuento; tan real como yo mismo), basada/o en hechos pretéritos de plena actualidad.

R. Guilabert. 1995

No hay comentarios:

Publicar un comentario